martes, 10 de noviembre de 2009

Mis juguetes perdidos

Y el tipo dice que quiere ver las banderas de mi corazón. En forma automática, cada una de las almas que ofician de interlocutores le ofrecen algo. Levantan remeras, abren sus celulares, gritan, lloran.

De repente, un trapo blanco me tapa el cielo y, al irse, me muestra un fulgor eterno que ya está quemando la tela que protege el césped. Y ya no miro el escenario. Se tratará de un momento que guardaré para siempre en algún lugar del cuerpo que todavía no tiene nombre.

Al principio elijo vivirlo solo porque, en definitiva, este asunto está ahora y para siempre en mis manos. Porque el futuro ya llegó y tal vez pocos lo entiendan.

Entrego mi visual al fuego. Lo dejo enceguecerme. Le prometo que cuando crezca, siempre me encontrará a su lado. El tipo canta como nunca lo hizo. ‘Perfume al filo del dolor’.

Ese dolor me atrapa, me excita, me pide más. De eso se trata todo esto. ‘Licor delirio del amor’.

Y tiene razón, cada remera, cada trapo, está en las pieles. Mi vista ya perdió noción de los colores. Sólo veo el rojo furioso que matiza ese infierno encantador.

De repente, veo a mis amigos. Y son protagonistas de mil viajes más. Están tan llenos como yo. Completos.

Uno de ellos se da cuenta y me abraza. Me canta al oído: ‘Cuanto más alto trepa el monito, así es la vida, el culo más se le ve’. La gota más gorda y más dulce abandona mi ojo derecho y cae al ardiente suelo. Seguro provocó humo.

Le agrego: “lo importante es que le vean el culo sano”. Y me autoproclamo poeta. De mi propia vida, de mis propios problemas, de mi propio orgullo. Siento que nada puede doblegarme, me veo invencible. Sólo por saber que hasta equivocarme puedo, si esa es mi decisión.

Porque el tipo sólo te da la clave, para que vos sigas la historia…

Ramiro Barreiro
(Publicado en la edición especial de Mavirock NOV/09)

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